El comienzo del desfile Otoño-Invierno de Amores Trash Couture 2012 fue una declaración de principios, de status más bien: el Universo está cambiando y con él, la moda. Amores se ubica en el mapa como un ser superior e independiente, una marca incorruptible pero chic.
Puede resultar complicado, siendo un diseñador joven y nuevo en la escena porteña, tener un estilo pregnante y no repetir hasta el hartazgo. Muchas veces vemos cómo se llena el perchero con prendas exitosas y empiezan a aparecer las figuritas repetidas: el saco y pantalón que piden todas, la cartera que tanto gustó la temporada pasada o la falda que se agota apenas sale. Amores Trash Couture sorprendió de nuevo. Manteniendo su identidad llegó a un resultado tan innovador como urbano.
Con una temática cowboy, la pasarela se llenó de camisas y estrellas, cintas que caían desde cuellos camiseros acompañaban lánguidos vestidos y faldas evasé. Mientras modelos, amigos y performers se mezclaban en la pasarela envueltos en drapeados y lamé, una negra y acartonada cabeza de toro colgaba sobre la pared con el nombre de la marca.
Si bien la tendencia quedó en segundo plano (¿Quién puede eliminarla?), las prendas bitono estuvieron presentes al igual que las transparencias y los brillos. Estos últimos en detalles como vivos, cuellos o recortes hacían de los vaqueros seres intergalácticos.
Cuando la copia y la queja ya son moneda corriente, cuando creíamos que el diseño argentino estaba por convertirse en una utopía, la BAFWeek y la calle se renovaron con la propuesta fresca de Amores. Ropa usable y apta para todos los cuerpos, con buenas terminaciones y original, moderna y con los pies en la tierra. La diseñadora generó una colección colorida, brillosa (y brillante), amplia y variada con una siliueta por momentos ochentosa y por momentos cincuentosa, más actual que ninguna.
Entre aplausos, gritos y chiflidos se retiraron los modelos y yo, al igual que el año pasado, me fui de la BAF con una sonrisa.
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