Hace ya una semana los diseñadores australianos están de luto. El jueves 22 de marzo se sancionó la Ley que prohibe la condición de contratista en el rubro textil, lo que implica que ya no será posible ejercer un oficio desde casa y, en el caso de conseguir trabajo, los modelistas, modistas, estampadores, costureras, planchadores y sí, también diseñadores, deberán ser tomados como empleados. Si bien esto podría ser motivo de fiesta, para Australia es una tragedia.
Bajo el nombre de Save the Australian Fashion Industry un grupo de diseñadores, periodistas y afines al sector se propone anular la nueva ley que podría destruir esta relativamente joven industria. Comenzaron su acción en Facebook y rápidamente lograron llegar a la prensa, haciendo fuerte y claro su reclamo: Salvemos la Industria de la Moda Australiana. Su argumento es más que comprensible, los costos que involucrará el nuevo sistema harán que las grandes marcas se vayan y las pequeñas firmas no puedan seguir. O peor aún, los diseñadores jóvenes no podrán siquiera empezar.
Teniendo en cuenta que, desde el momento, para confeccionar una pequeña serie de prendas será necesario tener empleados de medio tiempo con contratos permanentes y 20 horas semanales de trabajo garantizado, es fácil comprender la queja del sector. Alguien que está arrancando con una marca no tiene tal nivel de producción, no habrá posibilidad de materializar sus figurines. Esto sumado a la ilegalidad de ser diseñador freelance aclara el motivo de desesperación que se ve en las redes sociales.
Los contratistas tampoco están contentos, muchos argumentan que al tener una familia prefieren trabajar desde casa y otros se preocupan porque las grandes marcas ya trasladaron su base de operaciones a China (donde la paga por hora es de apenas U$D2) y, al ser ilegal tomar trabajos en casa, no saben cuándo volverán a trabajar.
No hay que equivocarse, los diseñadores aceptan que el Fair Work Amendment es un acto de buena fe, sin embargo, dicen, fue un poco apresurado y causará pérdidas y el cierre de muchas marcas nacionales.
El argumento central para aprobar esta enmienda fue la comparación entre la paga por hora china y la australiana (U$D3-4). A lo que los diseñadores respondieron con una pregunta: si esos fueran los costos, ¿Por qué el 93% de la industria produce en China?.
Muchos querrán saber ahora por qué creadores de pequeña y mediana talla como Dion Lee o Josh Goot no envían su producción a China. Simple, necesitan estar presentes cuando se confecciona la prenda, este proceso tiene que estar supervisado por su ideador y dueño, el único que conoce el resultado pretendido. Lo poco que pueden enviar fuera de la isla son sus líneas económicas, morfológicamente más simples.
Si bien esta situación parece bastante desafortunada, la industria de creativos siempre encuentra soluciones. Tal vez los australianos se hallan en el modelo de cooperativas o tal vez encuentran un mejor sistema, justo y útil para todos. Por el momento esperamos que el diseño australiano siga transitando aquel camino que, hasta el momento, embellece y revoluciona percheros.
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