Como ya saben acabo de volver de Londres (hola, volví). Viajar es una de las actividades más educativas y constructivas de la vida, hablar en otro idioma es lo de menos: lo que importa es poder percibir las distintas culturas, los diferentes usos, modos, códigos. Considero que donde más aprendí de Moda (con M mayúscula) fue en cada uno de mis viajes. El simple hecho de salir a la calle y ver cómo se viste la gente en cada ciudad me hizo aprender. En Marrakech pude entender el poder de la globalización al ver musulmanas en jeans y velo en el medio de la ciudad vieja o Medina, cuando hacía solo un par de horas había visto por primera vez, en el desierto, a una señorita cuya burka le descubría un único ojo. En Israel pude entender el poder que la guerra y la militarización tienen sobre la gente, alcanzan la estética personal. Esta vez me tocó volver a Londres, una de mis ciudades preferidas, una ciudad que creí no tenía un patrón estético, una ciudad donde la elegancia es casi despreciable, una ciudad donde creía cada uno tiene su estilo y su estilo es personal.
La primera vez que fui a Londres era bastante chica. Fui sola a los 17 años. Era el año de los chalecos de piel de colores (piel sintética por supuesto) sobre camperas jean. Estaba fascinada, miraba para todos lados, la gente se vestía increíblemente bien y no le importaba absolutamente nada. Las pasarelas de Buenos Aires estaban a años luz del subte británico. Yo miraba, miraba vidrieras, miraba museos, miraba a la gente. Una noche en el subte casi vacío, yo y mi nube de fascinación nos quedamos observando las medias a rayas de colores de una chica, la escrutamos durante un rato largo. Cuando llegó mi estación me bajé, la chica también. Ese día aprendí un código y entendí por qué allá se visten así: con cara y actitud de pocos amigos, ella se acercó y me preguntó con un tono que daba bastante miedo "¿Qué me mirás?", me quedé helada. Un mes más tarde volví a Buenos Aires y mi tío me contó que cuando él estaba en Estados Unidos se quedó mirando a una señora, ella, muy prolija y educadamente le dijo "You don't stare at people" (no te quedes mirando fijo a la gente). En Argentina el espejo son los ojos del resto, en otros países el espejo es uno mismo. Por eso allá (casi que) no hay transgresión, porque hay menos reglas.
Les dejo algunas fotos del viaje. Agradecimientos especiales a mi hermana que se lleva la autoría de casi todas.
Escultura de Yayoi Kusama en la vidriera de Louis Vuitton (FYI: Yayoi acaba de hacer una colaboración con LV) |
QUE RICOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
ResponderEliminarEs interesante, viví esa secuencia de las dos maneras: miro y fui observada.
ResponderEliminarIncluso sin mala intención, pero puede llegar a ser molesto, incomodo y hasta ofensivo...
Coincido con los dos comentarios de arriba
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