28 de diciembre de 2012

I believe in miracles

No tengo fotos del después pero este es el antes del tratamiento. Figurense.
Desde que tuve que autoadjudicarme la condición de periodista me empezaron a pasar cosas raras (y divertidas). Primero que nada, es en serio, me autoadjudiqué la condición (NO el título); cuando me presento ante desconocidos por una nota no me queda mucho más que decir: soy la periodista de tal medio. Cuando era más chica detestaba a toda esta gente que se otorga una profesión por el simple hecho de hacer algo. Hola, soy una de ellas.
Tener que asumir una profesión que no estudié es la parte rara, lo divertido es una simple consecuencia: regalitos y comida rica en eventos. Hace un par de meses me enteré de que el periodista recibe presentes siempre, muchas veces estos atentan con la ética profesional (por eso en varias ocasiones decido no aceptarlos, mi moral me obliga).
El tema es que hace poco más de un mes escribí una nota relacionada con salud y belleza para LNR, así que a mi  lista de mails de prensa se sumaron varias personas y agencias (otra cosa divertida que trajo esta nueva profesión es que mi casilla explota de mails de presentaciones, productos, invitaciones, etc etc etc etc), entre ellas una tal Mariana Blatman quien, para mi sorpresa, además de contactarme por Facebook no me mandó una gacetilla de prensa. En un inbox ni muy largo ni muy corto ella me invitaba a ir al Wella Studio a hacerme un tratamiento en el pelo. No tuve tiempo para dudar, respuesta corta, sí.
Un día antes de la cita, mientras me sacaba la pintura que dejó ese último siete en la libreta, noté el calamitoso estado de mi cabello y pensé que después de verme las puntas me iban a echar pidiéndome que por favor no vuelva más. Después de cuatro meses de encierro sin preocuparme por más que llevar las prendas terminadas el jueves a la facultad, imaginarán el estado de mis pobres ochenta centímetros de pelo. Casi un año después de mi último retoque cabellistico dejé que ellos se hagan cargo del monstruo capilar que engendré.
Después de unos instantes de vergüenza, dejé que Marcela Brutti, jefa del Wella Studio analizara mi pelo y me propusiera hacerme una Alquimia Personalizada de System Professional. No, no me quedé pelada, el nombre es un poco extravagante pero dicho en la lengua de los mortales: me hicieron una mascara especial con una infusión para resolver el temita de puntas florecidas y resecas. 
Tras lavarme la cabeza y embadurnarme en una crema con olor rico, me senté a esperar y tomar café mientras charlaba con la agradable Mariana. Cuarenta minutos más tarde ya sabíamos qué le gusta leer a cada una, cómo son nuestras familias y, gracias a mi intriga patológica, me enteré por qué me invitó a mi a pasar una mañana tan ideal y necesaria.
Cuando finalmente salí del aparato que aceleraba el proceso, me peinaron (hablo en plural porque fueron dos las chicas que me secaron el pelo) y tuve el enorme placer de ver que toda la pintura que me habían tirado la noche anterior y los meses sin tijera y con poco cuidado no me destruyeron la cabeza. Mi pelo además de estar suave estaba tan brillante como un espejo. LA alegría.
Me fui con una bolsita de productos Wella, para seguir el tratamiento, y mucho buen humor. El combo pelo sano + recibida me hizo el fin de semana.


10 de diciembre de 2012

La nueva estética masculina


Pocas cosas me ponen de mejor humor que el cambio y la evolución, si hablamos de Moda más aún. La última semana me dediqué a festejar que Riccardo Tisci, Director Creativo de Givenchy (sí, soy fan) fue elegido Diseñador del Año por GQ. Semejante nominación no es menor, más aún si tenemos en cuenta que, en este caso, lo importante no fue su labor en Alta Costura (pecaré de snob pero esas colecciones son una exquisitez, una fiesta para los sentidos), sino sus colecciones masculinas. Para todos los que hayan reaccionado con un "esta chica es una exagerada" tengo una bellísima justificación pensada: está bien, GQ no es el CFDA pero sí es una de las más importantes publicaciones de Moda y lifestyle masculino (sino la más importante), por otro lado ¿qué otros premios populares (porque estos trascienden un pequeño círculo) hay en Moda masculina? Ninguno.


Desde que este italiano se hizo cargo de la maison francesa la concepción de la marca dio un giro de 360º grados (me pareció que 180 era poco). Con él, el vestidito que Audrey Hepburn lucía en Breackfast at Tiffany's dejó de ser la protagonista y único referente, ahora los rotwailers y las faldas para hombre, los machos y la oscuridad romántica, la ropa de calle, comercial y lujosa son los destacados de Givenchy. Riccardo Tisci cambió el vestir masculino. Hacía falta que el sur de Italia, la sangre caliente de un inmigrante tierno y visionario, ascendiera a los más altos estratos del Diseño de Indumentaria para darle un giro realmente innovador al guardarropas de los hombres. 
Poder y estética masculina se cruzan con colores y tipologías típicamente femeninas. Pollera y rosa, flores, calzas, lila y verde agua conviven en un todo masculino, fuerte, poderoso, imponente. No es porque los modelos sean musculosos o estén tatuados, la estética cruzada que propone Riccardo (totalmente opuesta a la imagen femenina, suave y volátil) hace que estos señores con faldas rosadas sean machos de ley. 

La oscuridad romántica está presente en absolutamente todas sus creaciones. En mujer la elegancia tiene más lugar pero en hombre lo que importa es la calle. Lejos de caer en el cliché del lujo donde la sastrería viste de gala la pasarela, opuesto a la clásica oda a la jeanería, Tisci toma recursos de todos los rubros para dejar su propia marca. ¿Quién hubiera dicho que una casa de la talla de Givenchy estaría vendiendo mochilas con tachas, zapatillas o gorras de béisbol?


También creo que la influencia de Givenchy en el vestir masculino es algo que no deberíamos pasar de largo. Hacer que la ropa urbana sea un ítem de lujo y llevar su etiqueta hasta la vista de adolescentes, agotar buzos por una simple estampa y hacer convivir delicados vestidos de gasa bordados con bermudas cargo es lo mínimo si nos ponemos a pensar que hace poco más de una semana Balenciaga cambió su Director Creativo y eligió a Alexander Wang para hacerse cargo del nuevo rumbo de la empresa. Repito, Tisci cambió el vestir masculino y la concepción de las grandes casas, herencia de los couturiers.
Periodistas, bloggers y diseñadores pusieron el grito en el cielo. Sí, Cristóbal estaría enojado pero el tema acá es que la marca después de tantos años se despersonaliza y hoy las más importantes casas cambiaron su público y forma de vender. También podríamos ponernos a pensar en qué diría Hubert de Givenchy si viera lo que hizo Riccardo con su casa, con su ahora marca.


Al igual que Givenchy, Kenzo llegó a un publico más joven y urbano. Un año después Hedi Slimane volvió al diseño y rejuveneció la imagen de Yves Saint Laurent, quitándole al nombre de la casa la "Y". La extravagancia hoy pasa por otro lado y por otros modos. Por este motivo el nuevo Director Creativo de Balenciaga tiene un estilo más comercial que su antecesor, Nicholas Ghesquière, y que Christopher Kane, rival número uno en esta carrera. Desde mi humilde punto de vista, Tisci tuvo mucho que ver en la designación de Wang en su nuevo puesto.