No tengo fotos del después pero este es el antes del tratamiento. Figurense. |
Tener que asumir una profesión que no estudié es la parte rara, lo divertido es una simple consecuencia: regalitos y comida rica en eventos. Hace un par de meses me enteré de que el periodista recibe presentes siempre, muchas veces estos atentan con la ética profesional (por eso en varias ocasiones decido no aceptarlos, mi moral me obliga).
El tema es que hace poco más de un mes escribí una nota relacionada con salud y belleza para LNR, así que a mi lista de mails de prensa se sumaron varias personas y agencias (otra cosa divertida que trajo esta nueva profesión es que mi casilla explota de mails de presentaciones, productos, invitaciones, etc etc etc etc), entre ellas una tal Mariana Blatman quien, para mi sorpresa, además de contactarme por Facebook no me mandó una gacetilla de prensa. En un inbox ni muy largo ni muy corto ella me invitaba a ir al Wella Studio a hacerme un tratamiento en el pelo. No tuve tiempo para dudar, respuesta corta, sí.
Un día antes de la cita, mientras me sacaba la pintura que dejó ese último siete en la libreta, noté el calamitoso estado de mi cabello y pensé que después de verme las puntas me iban a echar pidiéndome que por favor no vuelva más. Después de cuatro meses de encierro sin preocuparme por más que llevar las prendas terminadas el jueves a la facultad, imaginarán el estado de mis pobres ochenta centímetros de pelo. Casi un año después de mi último retoque cabellistico dejé que ellos se hagan cargo del monstruo capilar que engendré.
Después de unos instantes de vergüenza, dejé que Marcela Brutti, jefa del Wella Studio analizara mi pelo y me propusiera hacerme una Alquimia Personalizada de System Professional. No, no me quedé pelada, el nombre es un poco extravagante pero dicho en la lengua de los mortales: me hicieron una mascara especial con una infusión para resolver el temita de puntas florecidas y resecas.
Tras lavarme la cabeza y embadurnarme en una crema con olor rico, me senté a esperar y tomar café mientras charlaba con la agradable Mariana. Cuarenta minutos más tarde ya sabíamos qué le gusta leer a cada una, cómo son nuestras familias y, gracias a mi intriga patológica, me enteré por qué me invitó a mi a pasar una mañana tan ideal y necesaria.
Cuando finalmente salí del aparato que aceleraba el proceso, me peinaron (hablo en plural porque fueron dos las chicas que me secaron el pelo) y tuve el enorme placer de ver que toda la pintura que me habían tirado la noche anterior y los meses sin tijera y con poco cuidado no me destruyeron la cabeza. Mi pelo además de estar suave estaba tan brillante como un espejo. LA alegría.
Me fui con una bolsita de productos Wella, para seguir el tratamiento, y mucho buen humor. El combo pelo sano + recibida me hizo el fin de semana.