3 de julio de 2012

La excepción a la regla

No estoy a favor de cubrir desfiles a distancia. Criticar una colección interpretando fotogramas me parece poco sincero, engañoso tal vez. Un vestido fotografiado, un meta-vestido, se presta a la confusión. La indumentaria se diseña con  el tacto y el ojo en el detalle, así debe ser apreciada. Todas las elecciones y decisiones tienen peso por sí mismas en el todo, cada costura pesa, cada tela pesa, cada pinza y volado pesan. Por eso decido no reportar desfiles seriamente si no estuve sentada cerca de la pasarela (sí comento entre amigos, por supuesto), por respeto al Diseñador.
Pero el ayer, Lunes 2 de julio, Raf Simmons mostró su primera colección de Alta Costura en Dior y creo que eso sí merece ser contado. Durante la Era Galliano, esta tradicional casa navegó por las aguas del pasado: años rememorando la década del 50, la cintura del 50 con los hombros y las faldas de los 50s, algún textil más actual se mezclaba en algunos casos, en otro la piel salía a la luz, pero lo único que se mostraba era la silueta del 50. La impronta siempre fue la misma. Mil y una veces volvía a pasar lo mismo: lindas piezas pero nada nuevo para decir, la innovación no entraba en el diccionario de John, la nostalgia por un pasado mejor era su insignia.
Después del repentino despido y la crisis por el heredero del trono apareció Raf, el minimalista, quien, al lado de Galliano El Barroco, parecía un espejismo. Tras semejante tropezon dudo que la marca estuviese lista para jugar con fuego y empezar a probar distintos diseñadores en sus más altos cargos. Si eligieron a Simmons es porque sabían que lo necesitaban.  Desde la muerte de McQueen vemos cómo las marcas cambian de creadores como una serpiente muda su piel, esto solo significa una cosa: llegó la nueva era del diseño. Dior pedía a gritos una lavada de cara. Y así fue.
El Dior de los peplos, cinturas avispadas y faldas evasé estuvo presente pero el podio se lo llevó el minimalismo Simmoniano. Las caderas de curvas profundas y los bustiers en punta contrastaron con los colores flúo y las estampas abstractas de alta calidad. En los vestidos largos, al cuerpo casi sin pinzas visibles, la simpleza del corte es maquillada con algunas piedras bordadas sobre la seda que los sostiene. Solapas gruesas y campanas impolutas se combinan en tailleurs; nuevamente la forma se impone y les gana a la textura y al color. En una colección tan vasta es complicado hablar de qué conjunto sucedió a cuál, lo importante es el conjunto, en este caso un equilibrio absoluto entre la tradición y la innovación.
El mérito de Raf Simmons es haber hecho una linda colección, sino haber hecho de Dior una casa actual y contemporanea sin dejar su fuerte identidad historica y morfologica en el olvido.


2 comentarios:

  1. "la innovación no entraba en el diccionario de John, la nostalgia por un pasado mejor era su insignia". Por un pasado peor también =P

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