Una reseña opinada sobre el desfile Otoño-Invierno 2012 de Vicki Otero
Lo primero que se escuchó fue una explosión, se prendieron las luces y salieron cinco chicas vestidas con calzas y remeras negras. Se detuvieron en el centro y comenzaron a bailar. Danza contemporánea en la pasarela, otra vez.
Ante una sala semivacía, iban hacia la prensa y volvían a la salida del back guiadas por una suave música y una luz tenue, anaranjada, casi sin poder lumínico. La pasarela parecía iluminada por velas más que por focos eléctricos. Un par de minutos después de ver a las cinco bailarinas subir y bajar, salió la primera modelo.
"No puedo ver el color ¿Es azul?" La potencia de la luz no había cambiado pero la colección ya estaba frente a nuestros ojos. El conjunto de pantalón y blusa en combinación de colores negro y azul (lo confirmé cuando terminó el desfile y encendieron la luz), fue seguido inmediatamente por un tapado de paño, el delantero bordó y la espalda negra, que dejaba ver por abajo una falda con tablas también azul. No es fácil criticar una colección que no uno no vio. Pero de eso se trató el desfile de Vicky Otero en la BAF Week Otoño-Invierno '12.
Conociendo el trabajo de la creativa en cuestión, esperaba encontrarme con siluetas evasé y prendas amplias, colores sobrios y apagados y polleras a la rodilla. Todos presentes (lo que implica que tiene estilo, gran cualidad en un diseñador). Esto era lo que se veía sin luz. También pude intuir tejidos planos y paños, una paleta gris y lúgubre, prendas bifaz (con cambio de color entre espalda y delantero) y prendas con recortes y cambio de color.
En el medio de la penumbra y entre conjeturas sobre la materialidad y morfología de lo que estaba no-viendo, decidí prestar atención a lo que la diseñadora quería que mirásemos: el show. Las cinco chicas de negro revolcándose por el piso blanco y limpio esquivadas por las altísimas e inexpresivas modelos, coronadas ellas por un recogido voluminoso y desprolijo. ¿Qué quiere decir? ¿Por qué no prenden la luz? Entre una pregunta y la siguiente empecé a escuchar la música. Violines tristes acelerados por ratos, tranquilos por otros, esos violines que me llevan al pasado, un pasado difícil de ubicar. Mientras buscaba ese pasado, vi cómo salía y empezaba a caminar un sacón cruzado de un color beige, gris cálido tal vez. Largo hasta el suelo y amplio, hacía que quien lo llevaba pareciera más flaca y menuda de lo que era. Con una sola imagen terminé de armar la ecuación: la Segunda Guerra Mundial. Esa, decidí había sido la inspiración para la colección invernal de la renombrada diseñadora.
Próximo conjunto. Otro sacón, esta vez negro con detalles indescifrables, ni bien la modelo llegó al final de la pasarela, la luz subió y la prensa tuvo una excelente vista de la creación que tenían frente a ellos ¡Y así fue todo el desfile! Eran ellos los únicos que podían ver las prendas, ellos y las personas que leerán las críticas en internet o en una revista, los que verán por YouTube la nueva colección de Otero, o los que miraban la pantalla en la BAF. Indignada y sorprendida me puse a conjeturar: es una irrespetuosa con su trabajo porque no le importa que la critica ni sus clientes la vean, o es una genia por subirse a la ola 2.0 y burlarse de los elevados precios de la entrada al evento de la temporada ($30).
Entre hipótesis y conclusiones se me fue el desfile y junto a la última pasada pude ver una cantidad de detalles que la oscuridad me había negado: los cuellos y las superposiciones, el trabajo de sastrería y de deconstrucción, la insinuación de tipologías sastreras (chalecos, sacos, blazers) sobre vestidos y blusas y una paleta invernal agrisada pero variada.
Mientras me iba, discutiendo los motivos por los cuales no hubo luz en todo el desfile, recordé que tenía que leer la gacetilla antes de escribir una crítica, siempre hay datos útiles (como por ejemplo que todas las materias primas son naturales). Indefectiblemente, llegué a mi casa, leí la gacetilla y para sorpresa mía confirmé que Vicki Otero no se come los mocos: su inspiración fue musical (mala mía). La falta de luz tenía un propósito, un propósito que se cumplió y era hablar del desarrollo de la colección. Primero la música, después la forma y por último, la materia.