15 de agosto de 2011

De caramelos y arlequínes

Una crítica un poco objetiva y un poco subjetiva de la primera vez de Amores Trash Couture en la BAF

Salir de la BAF y pensar en escribir algo que no sea una queja es un desafío. Vaya uno a saber porqué pero suelo irme con más quejas que otra cosa. Sí, hay cosas respetables, cosas buenas, cosas excelentes y cosas deplorables. Digo cosas porque no solo me refiero a la ropa que se presenta en los stands o, como escuché por ahí, la feria; hablo de los desfiles, la organización y la concurrencia.

Pero sinceramente prefiero tomar el desafío y más que denunciar (esto ya lo hice en twitter) concluir e informar. Por este motivo elegí ir el jueves 11 de agosto, cuando se realizó el debut de Amores Trash Couture en nuestra semana de la moda.

Se preguntarán porqué que este estreno me pareció razón suficiente como para informar en vez de criticar: vengo siguiendo esta nueva insignia del diseño nacional hace un par de años, esto implica que lentamente pude notar cómo la sociedad hipster porteña, si es que le podemos dar ese nombre, iba corriendo su fanatismo de lugar.

Hace dos años en la puerta del desfile de AY NOT DEAD encontrábamos una horda de adolescente con chupines fluo esperando, o más bien desesperando, por entrar al tan ansiado lanzamiento de la nueva colección. Hoy, la fama y popularización que ganó esta marca, generaron un movimiento de los trendesetters. Sus creadores y su producción entraron ya en el circuito de la moda. Hubo que revolver el under del diseño hasta encontrar un nuevo objeto IT. Es entonces cuando las fiestas Vice se empiezan a realizar no en el sótano de Soler y Julián Alvarez, sino en el local de Amores. Migue García y Manuel García della Costa tocan en el evento y solo la créme de la créme está invitada.

Al año siguiente, un jueves de 2011, la sala número uno de la Buenos Aires Fashion Week tiene alrededor de 50 metros de cola y un grupo de fieles con atuendos más que extravagantes la encabezan: tacos y catsuits para los chicos, galeras y bombines también para ellos, animal print (¿Quién puede escaparle a la tendencia?) y coral para las chicas.

La pasarela no presenta contradicciones ni sorpresas: una esfera, un sillón y un cono envueltos en papel metalizado (acá pueden ver cómo se vistió Amores, la diseñadora, el día que la conocí). Lo mismo podría decir de la primera pasada, Naomi Preizler, quien caminaba con un vestido largo, color rosa de satén con recortes enmarcados por vivos negros, cuyo escote estaba recreado por un recorte de microtul negro también, fue la primera en salir del backstage.


Naomi Preizler, la primera en pisar la pasarela

La colección parte de los envoltorios de golosinas, esto explica el metalizado (presente no solo en la escenografía, también lo encontramos en tocados y zapatos), los colores pastel, la combinación de negro y dorado y la multiplicidad de pliegues y volados.

A pesar de estar finalizando el ciclo de los 80s, seguimos encontrando hombreras pronunciadas, brillo, animal print y monoprendas. Esto no elimina la silueta sesentosa que presentan los vestidos (esos que nos hacen recordar el atuendo de Betty Draper), ceñidos en la cintura y con vuelo por debajo de ella.

La silueta de la década del '60 con un largo más adecuado al 2011

Hay una asociación inevitable, algo que la diseñadora no dijo y sin embargo, salta a los ojos, una posible inspiración o resignificación, como podríamos llamarla, del "disfraz" del arlequín: monos, prendas ajustadas, tonos pastel, colores saturados y rombos con su perímetro en contraste. Sepamos que resignificar no es copiar y, en algunos casos, puede resultar una inspiración a nivel inconsciente.





Al cierre del desfile, el enojo era algo inminente y ni Andres Risso en pollera me calmaba. Sí, estuvo muy bien musicalizado; sí, la ropa me encantó (me compraría todo); sí, la colección es ordenada y lógica, lo mismo puedo decir del armado de conjunto y el orden de las pasadas; pero, y esto me pasa solo con las marcas nuevas, esperaba algo más, quería salir anonadada y piropeando a la diseñadora como si fuese el mismísimo Poiret.


Andres Risso

Ya con todas mis cosas guardadas, se prende la luz y en vez de salir las modelos y la diseñadora para el aplauso final, Barbara LaVogue empieza a caminar por la pasarela. Se levantaba y se bajaba el vestido plisado y brillante, se alejaba del público y se volvía a acercar; sentada en el sillón cual estrella de cabaret hizo algunos pasitos y volvió al comienzo del camino. Y ahí me puse contenta, performance o diseño, pero creatividad al fin.


Barbara LaVogue y un vestido que deja muy en claro el papel del envoltorio de caramelo en la colección de ATC


Dedicarse al diseño de indumentaria no es hacer ropa ni arte, se trata de crear y equilibrar. Industria y excentricidad son los dos extremos de la balanza y si no se les da la misma importancia quedamos en presencia de arte o de moda, pero no de diseño.


Fotos: bafweek.com y el guardarropa de yoka